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jueves, 28 de junio de 2012

Cases rotes


     Vivimos en un mundo de influencias. Los medios de comunicación nos dicen qué tenemos que ver, qué leer, qué pensar. Qué es arte y qué no. Nos marcan tendencias, corrientes de opinión. Nos dan noticias aparentemente objetivas que resultan ser finalmente vehículos con los cuales encauzar nuestro pensamiento en una dirección premeditada. Podemos pasar en poco tiempo de ver obreros en lucha a temibles terroristas callejeros. Nos creemos seres de gran raciocinio, con un inquebrantable sentido crítico, un criterio propio ajeno a manipulaciones y, raras veces, nos damos cuenta de nuestro error y nuestra vulnerabilidad. Nuestra suficiencia es nuestra debilidad.

 
     Mediados del mes de junio en el páramo soriano. Cuatro de la tarde. El mercurio por encima de los 35ºC. Un sol de justicia. Ni una pizca de viento que ayude a soportar el calor. Ante mi, solitarias, en lo alto de un cerro, las ruinas de Tiermes, poblado de origen celtibérico, territorio de los arévacos, aliada de Numancia. Ciudad posteriormente ocupada por romanos, godos, musulmanes y cristianos. Aún resulta citada en el Cantar del mio Cid. Ciudad excavada en la roca, al pie de peñas verticales de roja arenisca. Mi gozo ante tanta ruina, tanta historia me hace recorrer cada lugar del yacimiento, cámara en ristre, sudando la gota gorda bajo un sol implacable. De repente, a mi lado, un niño de dos años exclama:

-                     -   ¡Qué aburrimientu! Papá nos trae a ver cases rotes.


     Es mi hijo. Lo miro y estallo en carcajadas. 

     Libros de historia. Grandes eruditos. Ellos me han dicho lo que puedo encontrar. Lo que es cada uno de esos muros que apenas levantan medio metro del suelo. La importancia de un yacimiento en particular. Pero para un niño, con una visión del mundo más lógica, ajeno aún a todas esas influencias externas que dirigirán su percepción de las cosas, todas aquellas ruinas no son más que eso, cases rotes. Y, la verdad, no le falta razón.


miércoles, 20 de junio de 2012

La fortificación de la Peña de Candamu


                Van pasando los últimos días de la primavera. El solsticio se acerca pero el verano no quiere venir. El cielo sigue nublado, como viene estando los últimos días. Muchas de las cimas, alguno de los valles, permanecen inmersos en un océano de neblina gris, tenue y traslúcida, embriagando el aire del olor de la vegetación mojada. No es el mejor día para subir a la Peña de Candamu, pero el azar me trajo aquí y contra fuerzas invisibles de locos es luchar.

                Dejo el coche en el aparcamiento, vacío, y me acerco a la entrada de la cueva, esa maravilla artística del paleolítico, asturiano y mundial. Esta cerrada. Hoy es lunes y el lugar descansa de visitantes y vehículos. Es el día en el que la exuberante naturaleza que la rodea recupera su hegemonía.

Acceso a la cueva de La Peña. A la izquierda parte la senda que sube a la fortificación.

                 A la izquierda del camino, entre sebe y árboles, sube un pequeño sendero, apenas insinuado, lleno de barro, y con gran pendiente. Cuesta subir. Los pies patinan y es necesario ascender a pulso, agarrándose a la vegetación. La peña se yergue vertical sobre el valle. Un peñón rocoso, calcáreo, que domina este tramo del curso del Nalón, vigilando el continuo fluir de las aguas de un río que hace tiempo abandonó la geografía para convertirse en la vena que alimenta el mito de los asturianos.

               Finalizada la ascensión, corta en tiempo y distancia, fuerte en desnivel, llegamos a las primeras obras de la fortificación, un trinchera excavada en la roca siguiendo la dirección del estrato y una pequeña gruta, quizás un refugio antiaéreo o, más probablemente un polvorín.

Entrada a la galería refugio o polvorín. (Localización 1)

                La fortificación de la Peña de Candamu es una de las más llamativas e impresionantes que se pueden ver en Asturies, tanto por la magnitud de los trabajos como por el enclave escogido. Punto dominante de la cuenca del bajo Nalón, con paredes verticales en algunos sitios, reúne las características propias de los emplazamientos de las viejas torres y castillos. Incluso la misma edificación siguió pautas similares, adaptando las trincheras blindadas al contorno de la peña, como viejas murallas asentadas sobre piedra. En los diferentes crestones que sobresalen en la cumbre se fueron construyendo, unas veces sobre el nivel del suelo y otras mediante excavación de la roca madre, un amplio conjunto de fortificaciones de diversa tipología: búnkers, nido de ametralladora, galerías blindadas, puestos de observación, etc. Fue erigida a mediados del 37, pocos meses antes del fin de la guerra en el frente norte, y entre las curiosidades del lugar está la profusión de inscripciones en las áreas hormigonadas.

                Volviendo a la fortificación, apenas dejamos atrás la gruta que pudo haber sido el polvorín y hoy es refugio para ganado, aparece la primera trinchera, excavada en la roca siguiendo el curso del estrato calizo. Hacia la izquierda mirando hacia el norte, se aprecia el zigzagueo de la primera posición, una trinchera blindada en la que se ven claramente las troneras de fusilería. Por su parte, la trinchera excavada en la roca discurre recta hacia el sur, ganando en profundidad progresivamente, llegando al extremo del crestón, bajo la sombra de una gran cruz de hierro, a una pequeña posición dominante sobre San Román y el curso del Nalón.

Cruz sobre la peña ¿Símbolo exaltación de la victoria franquista o simple exposición de fervor religioso? (Localización 2)
                De este punto parte una línea de trincheras blindadas apoyadas sobre la roca madre siguiendo el perímetro de la cima de la peña por su parte sur. Los muros exteriores son de gran anchura, más de medio metro de piedra, ladrillo y hormigón con una sucesión continua de aspilleras. La techumbre de la posición fue destruida tras el fin de la lucha en el norte para extraer el hierro de los encofrados, material de gran valor en época de tanta escasez y tanta demanda en una Europa inmersa en un alocado rearme pre-bélico. Aquellas demoliciones, junto con el paso del tiempo, el abandono y la vegetación han dañado seriamente grandes tramos de la fortificación, aunque no por ello deja de resultar impresionante.

Troneras en la galería blindada (Localización 3)

Galería que asciende al fortín, y al fondo la galería sur (Localización 4)

                Dejo atrás estas primeras posiciones, y continúo por la cara este caminando cuesta arriba entre la vegetación desbocada de finales de primavera, empapándome por el orbayu que no cesa. La siguiente posición es la más destacada en cuanto a su visibilidad, pues resulta fácilmente visible desde el valle. Llego a un nuevo tramo de trinchera blindada, igualmente semiderruida, que asciende hasta un baluarte o fortín semicircular, quizás una posición artillera o un puesto de morteros, no lo sé, pero que destaca por encontrarse totalmente levantada sobre el nivel del suelo sobre un punto elevado. Tiene una única aspillera parcialmente derruida. Al igual que en la primera posición, también aquí dejaron su huella algunos milicianos, como David Solís Menéndez de Salinas (Castrillón) que dejó su rastro grabado en varios sitios. Curioso rasgo este de la conducta humana que siente la continua necesidad de dejar constancia de su paso por este mundo grabando nombres, apodos u expresiones en las paredes. Un acto que oscila entre lo incívico y el testimonio de incalculable valor.

Mensajes del pasado


Fortín intermedio y galería blindada (Localización 5)
                 A partir de aquí continúa la trinchera, cerrando la cara este en dirección norte. Nuevamente vuelvo a sentir el hallarme ante una construcción que sigue las pautas medievales, como una pequeña muralla con sus torres. En este caso los tambores, o secciones redondeadas de la trinchera, tienen por una parte las aspilleras y por la otra un pasillo, separados por una pared central, como un paso de camillas en una trinchera. También se aprecian los restos de entradas de acceso a la trinchera en varios tramos. 

Uno de los tambores con el muro interior que lo divide en dos (Localización 6)
 
Búnker en el peñón superior (Localización 7)
                Después de recorrer toda la trinchera, cubierta abundantemente por árboles y maleza llego al pié del peñón, la parte más elevada y agreste del lugar. Allí, camuflados por la piedra y la hiedra se encuentran otras dos posiciones, una cuadrangular, con tronera, que pudo haber sido un puesto de mando, y del que permanece en pie la entrada abovedada de acceso, excavada sobre la roca y con techo de ladrillo y hormigón. Pocos metros después una segunda posición, ovalada, probablemente un nido de ametralladoras destechado a excepción nuevamente de la puerta de acceso, que tiene grabada en el frontal la fecha de construcción “AGOSTO 15-37”. Desde aquí se puede disfrutar de una magnífica panorámica del valle y el río, de la vega de Aces, San Román y San Tirso, así como las estribaciones Sierra Sollera, con el Picu Cogollu y el Cado, donde se encontraban las posiciones nacionales durante la ofensiva de las columnas gallegas que intentaban romper el cerco de Oviedo. 

Nido de ametralladoras localizado junto al peñón (Localización 8)


                Tras descender del peñón y observo cómo semiocultos bajo un mar de musgo y pequeños árboles se adivinan posibles restos de construcciones, quizás restos de construcciones auxiliares u otras edificaciones destruidas.  Encaminándome de vuelta a la senda de acceso paso junto a la trinchera blindada que zigzagueaba entre la hierba que había visto al principio. Se conserva bastante bien pese a las destrucciones de rigor, pero tengo tal caladura encima que no me animo a sumergirme en un metro de vegetación chorreante y escayos amenazantes. Bastante me queda con volver al coche, descendiendo por la pendiente embarrada intentando no terminar rodando por el suelo. Pero pese a todo mereció la pena acercarse aquí, con la humedad y el orbayu, para conocer un poco más de nuestra historia y de uno de esos rincones que tanto abundan en esta tierra y que tan desconocidos nos resultan. Una peña en la que el hombre se ha empecinado en dejar impresa su huella a lo largo de los tiempos.

Trinchera blindada (Localización 9)


Vista aérea de la fortificación de la Peña con las localizaciones de las posiciones citadas

viernes, 8 de junio de 2012

Arde Asturies


       Toi de pie nel andén 2 de la estación d’Uviéu. El tren de les 14:00 nun pasó, el direutu de y cuartu tarda más de lo normal. ¡Los mineros que cortaron les víes! Oise dicir a daquién ente’l magallu xente que espera mirando impaciente’l reló. Décimu díi de manifestaciones y lo que yos queda. 


 Al mio rodiu entamen a surdir les más estremaes opiniones: que si son unos vagos subencionaos, que ganen perres asgaya y xubilense a los cuarenta, que si hai que lluchar por defender lo nuestro, que si sólo nos joden a los demás... milenta opiniones. Ya equí va la mía.


La mineria n’Asturies nun tien futuru. Hai que lo reconocer. Ye más baratu trayelu d’otros llaos nos que se saca en mines a cielu abiertu con grandes desmontes. Eso y manu d’obra más barata ye más de lo que la minería astur pué soportar. El seutor, en si mesmu, ya nun tién la importancia económica que tinía delles déquedes atrás. Unos puquitinos miles d’obreros, que nun lleguen ni a la décima parte de los que trabayaben nes mines a metanes el sieglu pasáu. Ensin embargu, la mineria sigue siendo el coral d’Asturies, el alma de les cuenques. Un sentimientu que percorre por dientro de la clase obrera asturiana. Ye más que dedicase a sacar mineral de dientro la tierra. Ye la alcordanza d’aquella xente que entamo revoluciones obreres, una masa formidable y temible que resistió a ejércitos profesionales agarrándose d’uñes y dientes a les peñes de los cordales. Los mesmos que montaron les primeres güelgues de la dictadura, los que dieron lluz a les comisiones obreres. Son, pesie a quien yos pesie, l’espiritu lluchador d’esta tierra.

 
Cuando corten la carretera, o’l ferrocarril, yo nun veo molesties pa mi. Lo que veo ye un movimientu de protesta que tendría que dir secundao por toos nos. Puquitín a pocu van zarrando el xugu alrodiu’l nuesu pescuezu, apretando fuerte ensin llegar a afoganos. Van quitandonos los drechos ganaos en munchos años de llucha pero déxennos el miéu en cuerpu pa que nun protestemos, nun vaigamos quedanos ensin más tovía. Vienen a dicinos que si protestamos, si lluchamos, si amosamos el nuesu desencantu, la nuesa rabia, taremos cayendo n’actitudes antidemocrátiques, pseudo-terroristes. Tornaremos a convertinos en vagos y maleantes.


Quiero mineros nes cais, cortando carreteres, llevantando barricaes. Quiero xente que faiga arrechar l’arguyu nel corazón del obreru, que-i faiga escamplar la mente de los ñubarrones del miéu. Xente que nos puxe a les cais, a deciyos que esto nun ye lo que queremos. Que nosostros nun somos los que dábemos llicencies de contrución a manzorga y mandrecha. Nosotros nun saquemos ná de les stock options y nun xugabemos a la bolsa. Nosotros nun tábemos en dengún conseyu alministración de Caxa Madrí, CAM o Caxastur. Nosotros si pagamos el IBI, el IRPF, el IVA y tolos impuestos que nos calcaron. Y les nuestres families, la mía al menos, nun tiníen 2000 millones escaecíos en bancos suizos.

         Quiero mineros nes cais, repito. Y tresportistes. Y metalúrxicos. Mélicos, profesores, funcionarios y camareros. Quiero que to’l mundiu salga a la cai, que-i prenda fueu a Asturies, a España ya Europa entera y yos diga a esa triba mangantes que nos gobiernen que no, nel nuesu nome non.