Guetar n'esti blogue

domingo, 24 de febrero de 2013

El incidente del Marta Junquera



     El 10 de abril de 1940, mientras el ruido de los motores de 16 bombarderos en picado  británicos ocultos entre las nubes se perdía por el horizonte, junto a los muelles de la ciudad portuaria de Bergen, en Noruega, una mole de acero gris envuelta en humo escoraba peligrosamente ante las miradas impotentes de miles de alemanes diseminados en ambas orillas del fiordo. El crucero ligero Koenigsberg, mortalmente dañado por bombas e impactos de batería costeras daba la vuelta quedando casi totalmente sumergido en las gélidas aguas.  Ahí acabó su periplo militar hasta quedar convertido en chatarra tras el fin de la segunda guerra mundial. Ese crucero, vital para el buen desarrollo de la operación que terminó con la conquista de Noruega, fue apenas tres años antes protagonista de un suceso que llenó portadas en la prensa asturiana de la época, un suceso y una historia curiosa que quedó grabada a fuego en la memoria colectiva de un pequeño pueblo pesquero asturiano, Llastres.
Los Skuas británicos bombardean al Koenigsberg en Bergen

      Hay sucesos que, por su honda impresión, trascienden de lo cotidiano y se instauran en la memoria colectiva, pasando con el tiempo de suceso a historia de viejos para, finalmente, pasar a ocupar un puesto semi legendario. En el caso de un pueblo de gran arraigo marinero como Llastres, estos sucesos suelen vincularse a la mar, a la fuente de vida de sus pobladores durante generaciones. Cristos flotantes que aparecen en playas y redes, grandes galernas que terminaron con la vida de muchos pescadores y, en este caso, un gran buque de guerra extranjero que, manteniendo la pequeña población de empinadas cuestas bajo la amenazante mirada de sus cañones, realizó un curioso desembarco.

     Recuerdo haber leído hace varios años un reportaje en un periódico asturiano en el que vecinos de Llastres narraban sus recuerdos de aquel día 12 de Enero de 1937, en el que creyeron que los nazis venían a arrasar sus casas y sus vidas al tiempo que efectuaban la tan temida invasión del territorio republicano por mar. Esto me despertó la curiosidad sobre el asunto, del que en alguna obra sobre la guerra se citaba solamente como una referencia de pasada hasta que un día, por pura casualidad, encontré un amplio artículo en un ejemplar de la Revista de Historia Naval (1988, nº 21, editada por el Instituto de Historia y Cultura Naval de la Armada Española) en el que su autor, Francisco González Barredo contaba todos los pormenores del affaire del “Marta Junquera”. A continuación, de entre lo extraído de este artículo y algunas otras referencias bibliográficas, pasamos a narrar lo que he venido a llamar el incidente del “Marta Junquera”.


 
*   *    *

     En enero de 1937 el frente norte se encontraba estabilizado. En tierra el ejército de milicias comenzaba, con pasos vacilantes, a constituirse en un ejército de corte más formal. Dejó de estar formado exclusivamente por milicianos voluntarios para comenzar a incorporar a filas a los distintos reemplazos, formando nuevas unidades que poner en juego en los distintos frentes abiertos. La guerra era total, consagrándose todos los esfuerzos a la realización de tal fin. En el mar la situación podía decirse que era angustiosa. La superioridad numérica, en potencia de fuego y cualitativa por parte del bando nacional era total. Además de encontrarse en su poder el mayor arsenal naval del Cantábrico, sus unidades eran mucho más potentes que las republicanas, además de adolecer estas de una falta de cuadros significativa, con la mayoría de la oficialidad bajo el punto de mira por sus simpatías hacia los sublevados. En Xixón se encontraban destacados el destructor José Luis Díez alias Pepe el del muelle, por lo escaso de sus salidas operativas, así como los submarinos C-2 y C-5. En Bilbao se encontraba la flotilla de bous armados que constituían la Marina de Guerra Auxiliar de Euskadi, bastante más activa en las misiones de escolta de convoyes, pero débilmente armados y protegidos. Por otro lado, como espectadores de las andanzas del Velasco o del Almirante Cervera, el Chulo del Cantábrico, unidades navales anglo-alemanas, bajo el manto protector del Comité de No Intervención, se hallaban diseminadas a lo largo de la costa española, principalmente en las proximidades de los puertos, escoltando a mercantes fuera de las tres millas que por aquel entonces marcaban el límite de las aguas jurisdiccionales. Uno de estos barcos, alemán, era el crucero ligero Koenigsberg, un buque de guerra nacido bajo las limitaciones impuestas tras la primera guerra mundial y que representaba el renacer de la flota alemana tras la debacle que sufrió en Scapa Flow en 1919.



      El 23 diciembre de 1936, dos bous armados vascos, el Bizkaia y el Nabarra, apresaban un mercante que navegaba desde Pasajes a La Coruña, ambos puertos bajo control nacional, conduciéndolo a Bilbao donde se procedió a su internamiento. Este buque, el Palos, de bandera alemana, pertenecía a la naviera O.P.D.R. Hamburg. Era el segundo incidente con mercantes alemanes en apenas tres días, tras un intento de detención de otro carguero alemán llamado Pluto. Ambos ocurrieron fuera de las tres millas de aguas territoriales, lo que dio lugar a que el gobierno alemán exigiera la inmediata liberación de dicho barco, para lo cual se presentó frente al abra de Bilbao el citado crucero alemán. Tras varios días de negociaciones el buque fue liberado, pero se le retuvo una parte de su cargamento por ser considerado material de guerra, así como un ciudadano español que viajaba a bordo. Las autoridades germanas consideraron que ambas actuaciones eran jurídicamente ilegales, al haberse efectuado el apresamiento en aguas internacionales, retener a un pasajero en un buque de pabellón extranjero y no considerar la carga como material de guerra, por lo que dio orden a sus unidades navales de que, en modo de represalia, apresaran mercantes republicanos. El primero en caer fue el Aragón, una motonave de la Compañía Transmediterránea que transportaba alimentos y mineral entre Alicante y Málaga, a manos del acorazado alemán Admiral Graf Spee, en la que sería su primera presa de las muchas que realizaría en su vida operativa. Por otro lado, a mil kilómetros de distancia, el vapor de la Duro Felguera Sotón abandonaba el 1 de enero de 1937 Bilbao cargado de mineral de hierro de las minas de Somorrostro para las acerías xixonesas. Al poco de salir de puerto apercibió cómo era seguido con rumbo paralelo por un buque militar extranjero, algo que por aquel entonces era habitual. Al llegar a Santoña, los tripulantes de varios pesqueros locales les comunicaron la presencia en aquellas aguas del acorazado nacional España, por lo cual el vapor optó por buscar refugio en el puerto cántabro. En cuanto el Sotón cambió de rumbo el buque alemán, el Koenigsberg, que de él se trataba, puso proa a toda máquina en dirección a tierra al tiempo que por medio de banderas y pitadas conminaba al mercante a detenerse. El Sotón no hizo caso por lo que en unos minutos las bocinas dejaron paso al sordo rugir de los cañones que abrieron fuego de advertencia. El primer disparo cayó por la proa del vapor asturiano, tras lo cual el buque cambió de rumbo con la mala fortuna de varar en el bajo de San Carlos, frente a la fortaleza del mismo nombre en la ladera oriental de la punta de El Caballo. Se le hizo llegar al Capitán una declaración de apresamiento y un ultimátum, ordenándole navegar siguiendo sus órdenes bajo pena de ser cañoneado, pero como el barco seguía varado no pudo obedecerlas por lo que fue cañoneado. El proyectil pasó largo cayendo dentro de la bahía y dejando intacto al Sotón. El comandante del Koenigsberg, viendo imposible cumplir sus objetivos, se retiró rumiando su impotencia.

El Sotón atracado en puerto
 
     Buscando resarcirse del fracaso con el vapor asturiano, a los dos días, el 3 de enero, otro mercante republicano, el santanderino Marta Junquera, de la compañía Vapores Costeros, abandona Bilbao con destino Santander y Xixón, cargado de patatas. Al igual que en el caso anterior, al llegar a la altura de Santoña avistan al buque alemán,  que los sigue hasta que al llegar a cabo Ajo decide interponerse en su derrota, comunicándole mediante banderas la orden de detención, tras lo cual la embarcación es abordada por una falúa con una dotación de presa que se apodera del mercante, enarbolando su propia enseña.  Navegando en conserva el día 5 arriban a Ferrol donde, buque y tripulación, permanecen internados bajo soberanía alemana.

El Marta Junquera una vez apresado por los alemanes

      El gobierno alemán exigió la entrega del cargamento retenido del Palos y del ciudadano español retenido como medida para la liberación de los dos barcos apresados así como sus cargas y tripulaciones. Dio entonces comienzo una batalla legal y diplomática entre el gobierno de la República, el Comité de No Intervención y las autoridades alemanas, en las que unos y otros se reprochaban los apresamientos e invocaban al derecho internacional, sin terminar de llegar a ningún acuerdo, por lo que, tras vencer un ultimátum dado por los alemanes al gobierno de Valencia, ambos buques con sus cargamentos fueron entregados a la junta de Burgos. Antes de hacer efectiva la entrega la tripulación fue embarcada en el crucero alemán, prometiéndoseles libertar en algún puerto asturiano.

Puerto antiguo de Xixón, destino de los vapores atacados Sotón y Marta Junquera
 
     El día 11 de enero, el buque abandonaba Ferrol rumbo oeste. Fueron descartados Avilés y Xixón como puertos de desembarco, a fin de no despertar la alarma entre la población y las propias autoridades, además de tratarse de puertos con defensas costeras, aeródromos cercanos y con presencia de alguna unidad naval y campos minados, por lo que se decidió aproar al pequeño puerto de Llastres, a donde llegaba la mañana del día 12.

Playa de La Griega frente a la cual fondeó el Koenigsberg


      Costeando muy próximo a tierra el Koenigsberg dobló la punta Misiera con rumbo  E, virando a estribor para fondear enfrente de la playa de La Griega, con la proa apuntando al pequeño pueblo pesquero. La presencia de la mole de acero gris no pasó desapercibida entre la población, ocupada en aquellas horas en las tareas propias de la actividad pesquera. Acostumbrados a la continua presencia del Cervera o del Velasco, cuyas siluetas eran de sobra conocidas entre los habitantes de la franja costera, aquel buque desconocido llenó de inquietud a los habitantes llastrinos. La bandera de la armada nazi, roja con una cruz gamada, era claramente visible en la toldilla del buque. Todos los habitantes, enterados de la presencia naval extranjera, corrieron a presenciar lo que allí ocurría. En el puerto fue acumulándose la gente, entre ellos los escasos milicianos destacados en el pueblo, armados con los fusiles más antiguos de los que disponía el gobierno del consejo de Asturies y León.

Llastres, cuesta'l muelle

     A bordo del crucero alemán, identificado con el famoso Koenigsberg de cuyas correrías se hacía profuso eco el diario Avance durante aquellos días, la actividad era febril. Mientras se procedía a echar al agua varias falúas se hacía sonar la señal de zafarrancho de combate, mientras que las torres principales de artillería, de 150/60mm, giraban apuntando sus bocas sobre la población. A popa de la primera chimenea, dispuesto sobre su catapulta y con el motor en marcha, un hidroavión Heinkel He 60 permanecía dispuesto para ser lanzado tan pronto como fuera necesario. Las falúas arriadas, dos, pronto se vieron repletas de hombres, muchos de los cuales vestían uniformes de marinos. Una de ellas llevaba una ametralladora pesada en la proa.

 
Torres de artilleria popeles y puesto de dirección de tiro del crucero alemán

      Sobre los muelles, en las empinadas cuestas de Llastres, desde los praos y las quintanas de la rasa de Colunga, los habitantes temieron encontrarse ante el inicio de un desembarco de las hordas fascistas. Los milicianos de la defensa costera amartillaron sus mosquetones y se aprestaron a una defensa tan absurda como imposible. La tensión se palpaba en el ambiente.

     Las falúas se separaron del costado del crucero, y mientras que la primera, cargada de hombres, embocaba hacia la bocana del muelle pesquero, la segunda se mantenía unos metros atrás con la ametralladora lista cubriendo el avance de su compañera. La tensión alcanzó su punto álgido cuando uno de los milicianos intentó arrojar una granada de mano sobre la primera falúa que ya casi tocaba tierra, pero por fortuna para todos, uno de los presentes pudo sujetarle el brazo y evitar lo que a todas luces hubiese terminado en un inútil derramamiento de sangre.

     Atracó la embarcación junto a la rambla, y allí, rodeados por uniformes alemanes, los habitantes de Llastres pudieron observar a un grupo de españoles que saludaban con el puño en alto. Fueron desembarcando poco a poco entre la expectación de los presentes, 15 hombres vestidos de paisano y el último, con uniforme y gorra de plato. Era el capitán Joaquín Landa y la tripulación del Marta Junquera. La falúa alemana se separó del muelle y, virando en redondo, salió de la dársena pesquera para reunirse con la que esperaba afuera. Los alemanes salieron despidiéndose de los desembarcados con el saludo militar, mientras que desde los muelles se levantaba el puño en alto y se daban vivas a la República.  Las embarcaciones volvieron al crucero y fueron izadas a bordo. Pocos minutos más tarde viraba cadena y finalmente abandonaba la ensenada para dirigirse a Alemania, finalizando su periplo por estas aguas cantábricas.

Curiosa imagen con el Koenigsberg enarbolando la enseña británica en un parada naval previa a la guerra

      La noticia corrió como la pólvora. El capitán enseguida fue conducido a Xixón a prestar declaración en la Consejería de Marina, mientras que la tripulación lo hizo al día siguiente por no encontrarse en condiciones tras celebrar su liberación. El Marta Junquera quedaría bajo control de la junta de Burgos que lo empleó como unidad auxiliar para la flotilla de bous armados con base en Ribadeo.
El Marta Junquera
 
     Pasados los años, los sucesos de aquel día fueron quedándose en una anécdota curiosa que contar los días de orbayu al calor de un chigre, en compañía de una pinta de vino pero, aquella gris y húmeda mañana del 12 de Enero de 1937, en Llastres hubo momentos en los que los habitantes, temerosos, se creían encontrar ante una invasión por mar, y quiso la fortuna que no se produjera incidente alguno que pudiera haber desembocado en una acción de represalia sobre la población asturiana de consecuencias fatales.

El periplo del Marta Junquera y su tripulación

2 comentarios:

  1. Interesante hecho. Menos mal que no acabo como en Malaga con un bombardeo naval que habria borrado a Lastres del mapa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Quizás si aquel miliciano hubiera lanzado la granada se hubiera producido el desastre. También ayudó, quizás, el hecho de que el aeródromo de Colunga estaba en construcción, y no era factible un ataque aereo como el que sufrió el Deutschland.

      Eliminar