Guetar n'esti blogue

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Candamu 2015: cuando la guerra no mata

     El pasado día 13 de septiembre, en el marco de las IV Jornadas de Recreación Histórica que la asociación Frente del Nalón llevó a cabo en la población candamina de Grullos se representó la que sin duda constituye la batalla más famosa y épica de cuantas se desarrollaron en Asturies en los escasos 18 meses de guerra entre el golpe de estado del 18 de julio del 36 y la capitulación de Gijón del 21 de octubre de 1937.

     No fue la batalla más larga ni la más mortífera de cuantas tiñeron de sangre las tierras astures. No involucró el enorme número de tropas republicanas que puso en juego la ofensiva de febrero, no duró lo que los continuos asaltos a Oviedo entre septiembre y diciembre del 36. Sin embargo, inmersa en una ofensiva total destinada a acabar con la resistencia asturiana en pocos días, simboliza el heroísmo, la resistencia a ultranza y el espíritu irredento de un pueblo. Contra todo pronóstico se ralentizó el avance enemigo superior en número de hombres, en número de piezas de artillería y de aviación. Aislados en sus montañas el ejército miliciano defendió estoicamente sus posiciones, retrocediendo bajo el empuje enemigo pero sin caer en ningún momento en la desbandada o la rendición. La operación que tenía que tomar Asturies en pocos días se prolongó durante casi dos meses, poco menos que el tiempo que resistió Vizcaya, mejor defendida y atacada con menor potencial.

     La batalla del Mazucu contiene todos los elementos épicos que acompañan a las grandes epopeyas militares. Golpes y contragolpes, cimas que cambian una y otra vez de manos, una aviación que domina los cielos y se dedica a bombardear a placer a los grupos de milicianos que apenas tienes donde guarecerse en los espolones calizos que conforman la Sierra del Cuera, el nacimiento de las temibles cadenas, medio millar escaso de infantes de marina clavados a un terreno tan ajeno a ellos como las cumbre de Peñablanca luchando en proporción de 20 a 1. Por no citar a ese batallón de milicianos de pésima reputación, el 220 "Gordón Ordás", cuya fama de chaquetear frente al enemigo le ha granjeado el denigrante sobrenombre de "Recula", y que en lo más álgido de la batalla, emprendida la huida, se sobrepondrá y reocupará sus posiciones frustrando los sucesivos asaltos de los requetés, magníficos soldados por otra parte, bajo el martilleo de la artillería y la aviación. 

     Y qué decir de ese comandante de la brigada 192, el mayor de milicias Higinio Carrocera, al que apodarían el Leónidas del Mazucu, ese obrero del metal nacido en Barros, en la cuenca del Nalón, al cual "amenazó" desde su emisora de radio en Sevilla el general de infausto recuerdo Queipo de Llano, con bajarle los humos. Un hombre que dirigía el combate desde la primera línea y que con su sóla presencia, algún cagamento y unos cuantos cachabazos, fue capaz de sostener las posiciones durante una larga semana. Uno de los pocos milicianos asturianos que recibiera la Medalla de la Libertad, la máxima condecoración republicana, y cuya vida daría para muchas novelas.

     La Tornería, El Mazucu, Peñablanca,el Turbina, el Vierzu. Alturas disputadas metro a metro, piedra a piedra. Tierras pobres abundantemente regadas de sangre y metralla. Dos semanas de lucha sin cuartel. Una historia apasionante que aún tiene mucho que contar.

     Las siguientes imágenes fueron tomadas durante la recreación de esos combates. Evidentemente se trata de representar en un espacio reducido y con unos recursos humanos y materiales limitados un combate en el que se vieron involucrados casi 40000 soldados. Se levantaron una serie de posiciones que representarían cada una de las principales alturas de la batalla. Así tenemos la primera, que sería la zona del alto de La Tornería, la segunda que representa a las alturas de El Mazucu, y la más elevada correspondiente a Peñablanca.

     Pero antes de la representación principal hubo representaciones a pequeña escala de actos cotidianos en las líneas de frente y retaguardia: las cocinas, la sanidad, la formación política y cultural, los puestos de mando, etc... 

Uno de los principales objetivos en las recreaciones es alcanzar el mayor grado de autenticidad, para lo cual se emplea mucho material original de la época. Y es que pasados tantos años aún se conservan grandes tesoros olvidados en los desvanes.
Mujeres preparando el rancho. En septiembre y octubre de 1937 la presencia de mujeres en unidades de combate se limitaba casi exclusivamente a labores de retaguardia como preparar comidas, lavar y remendar ropas o asistir a los heridos.
Instrucción y limpieza del armamento, labores indispensables para el combatiente.
     A punto está de comenzar la batalla. Tropas regulares del ejército rebelde ocupan las estribaciones orientales de la Sierra del Cuera. Las tropas republicanas ocupan también sus posiciones iniciales. 




Soldados rebeldes del Regimiento America
 































Milicianos asturianos ocupando las alturas correspondientes al Mazucu.
     Comienza el combate. En el Ejército de Asturias combaten los restos del Ejército de Euskadi y de Santander que se han salvado de la debacle montañesa. Muchas de estas tropas están desmotivadas y bajo el punto de mira tras su comportamiento en la campaña santanderina. La primera unidad que entrará en combate en las crestas del Cuera será la Brigada Vasca 156, antiguamente conocida como Vasca de Choque, y que comprende los batallones "Guipuzcoa", "Larrañaga" e "Isaac Puente". El arrojo en la defensa de los vascos frustra el asalto de los sublevados.

 
Milicianos anarquistas vascos del Batallón Isaac Puente, adscritos a la Brigada 156 o vasca de choque.

     El Altu de la Tornería se convierte en el primer punto serio de resistencia republicana. Desde la derecha las milicias son apoyadas por una unidad que pasará a la historia del Ejército Republicano por lo glorioso de su sacrificio, el Batallón de Infantería de Marina santanderino de Benito Reola.

     Las posiciones cambian varias veces de manos y se combate cuerpo a cuerpo, mientras la aviación italiana y alemana bombardea a placer, apoyados por las piezas de grueso calibre del crucero "Almirante Cervera".

Lo escarpado del terreno obliga a los soldados a defenderse en las laderas y las crestas, en lugares en los que en muchas ocasiones es imposible excavar trincheras debido al sustrato calizo del terreno.
Las milicias retroceden tras un asalto a una posición enemiga.

El Batallón de Infantería de Marina apoyando a las fuerzas que defienden La Tornería. Posteriormente retrocederán hasta las alturas de Peñablanca donde llevarán a cabo una heroica lucha sin esperanza que maravillará a hombres de uno y otro bando.
Durante toda la campaña del Norte, las tropas republicanas adolecieron de una total falta de uniformidad. Se vestían con sus ropas de civil y se equipaban como buenamente podían, lo que implicaba una enorme cantidad de armamento y munición heterogenea, con un valor bélico variable, que complicaba en grado sumo un correcto abastecimiento de las unidades del frente.
Continúan los asaltos republicanos que reconquistan La Tornería.
A la I Brigada Navarra se le va uniendo en su avance la IV. Bombardeos previos de intensidad desconocida, bombardeos de saturación alemanes y asaltos de los requetés. La posición de La Tornería termina perdiéndose a un alto coste para ambos bandos.
Los batallones de milicianos son continuamente relevados debido al desgaste y al enorme número de bajas. Se producen retiradas que amenazan con hacer hundirse el frente, pero la acción decidida de mandos de milicias de gran valor como Baldomero Fernandez Ladreda, Higinio Carrocera o Manolín Alvarez al sur de El Mazucu consiguen sostener las líneas.
     El día 12 de septiembre, caídas ya posiciones importantes como La Tornería las brigadas navarras I y IV asaltan el alto de El Mazucu y la población de igual nombre. Se combate cuerpo a cuerpo. Una de las unidades que defiende el frente es el Batallón 220 "Gordón Ordás", el Recula. Debido a una desbandada injustificada de este batallón en el frente de las Ubiñas, la unidad se conoce entre las tropas como el Batallón Recula. No inspira confianza a jefes y tropas, y hasta la fecha los milicianos que engrosan sus filas no pueden sentirse orgullosos de su unidad. En un momento dado el frente se tambalea, la unidad entra en pánico y comienza la desbandada. El Mazucu va a caer. Entre las explosiones aparece el comandante Carrocera, que armado de una cachaba y entre amenazas e injurias consigue que sus milicianos dean media vuelta, encaren a los requetés y los rechacen. La situación se ha salvado. El 220 se ha cubierto de gloria. Ya nunca volverá a ser el Recula.

La Brigada de Carrocera resiste en El Mazucu. En la imagen el comandante y milicianos del Batallón 220.

Los requetés intentan asaltar una y otra vez El Mazucu sin éxito. Muchos caerán en el intento.

De momento El Mazucu resiste.


     El día 14 cae Peña Llabres, con lo que las posiciones republicanas de El Mazucu se encuentran bajo fuego enemigo. La pérdida de tan disputada población es cuestión de horas. El 15 los requetés de la I Brigada Navarra toman El Mazucu al asalto.



Por fin los requetés ocupan El Mazucu. En los asaltos se lucha cuerpo a cuerpo con ballonetas, granadas o las culatas de los fusiles.


     Ocupado El Mazucu, los republicanos inician la retirada, tanto en la zona de Cabrales como en la de El Mazucu para ocupar la denominada línea del Bedón, una línea de trincheras levantadas en la orilla occidental de este riachuelo. Sin embargo, la posición que ocupa el Batallón de Infantería de Marina en Peñablanca, ontinúa resistiendo como una aguja clavada en el frente rebelde.



Los navarros asaltarán una y otra vez las alturas de Peñablanca

     Durante los días 15 y 16 se suceden los asaltos a Peñablanca. Quien no lo conozca se trata de un espolón rocoso con tres alturas, laderas muy agrestes, en un terreno calizo en el que abunda la roca madre y escasea la vegetación. Un infierno si se está bajo la acción de la artillería y la aviación. 

     Los diversos asaltos fracasan pese a llegar a menos de 50 metros de las defensas republicanas, por lo que se llegan a concentrar 16 batallones de las brigadas navarras IV y VI para doblegar a los escasos defensores que se apegan al escabroso terreno. Llueve y en las alturas esta se convierte en nieve.

     Los asaltos se suceden hasta que finalmente el 22 de septiembre la bandera republicana deja de ondear en lo alto de Peñablanca. La batalla más dura a acabado. Los últimos supervivientes se retiran como pueden bajo el fuego enemigo hacia la línea del Bedón. La República en Asturies sólo resistirá un mes más, pero el paseo militar que el general Dávila esperaba no se ha producido.
 


Los hombres del Batallón 220 pueden estar orgullosos de su comportamiento.

El final, con el discurso de los mandos/directores de ambos contendientes en los que se ensalza la fraternidad de los hombres y la inutilidad de la guerra.